martes, 7 de abril de 2015
El Número de la Pared
Tomar un nombre tiene un significado.
Una presencia con determinaciones celestes
en el oido, es otro.
Una faena de brillos y durmientes sensibles
a los travesaños, es uno más.
El otoño que es largo como la longitud del
jabalí, también llega al significado.
Gramático ese jabalí, que asciende a los treboles
con un consejo poderoso de telas entre los
pelicanos, devorando
la niebla; alquimista de luz como
las filosóficas estrellas de la infancia
con meandros y dinámicas incomparables,
descubriendose en la zoología del cuadrado entre
la nieve.
Analitico el muro
-por ello más que significativo-
El número agricola de la pared.
La cosa física del juramento en la biología
cuando los sufijos se deslizan incorporeos por
valles medievales y lo hacen junto
a un jardín, al eter primitivo
que tensa movimientos de
vacío en el cuerpo y
llena de encefalos y medusas todo aquello
que emana inclasificable en un estío,
de manadas dormidas en la albufera, donde
ascendemos a la melodía
de un sultan,
quemando glandulas; portatropas
donde escriben las hienas de
uno y otro nombre.
Uno ajeno a todos aquellos significados que intentamos
concebir en este poema.
Los que seguramente viajan ahora entre
otra lucidez a su locura.
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