viernes, 24 de abril de 2015
Altorrelieve de la Infancia
Un altorrelieve sostiendo la inspiraciòn
de un hombre ante la posibilidad del mar bajo
la luna. El tallado de madera aquì y allà
como una insinuaciòn que evoca el pasado
de la concha o el dìa que era maritimo
en los rostros de los marineros, con
esa borealidad propia de ritmos paganos
y de piedras, -un aire del sur- dirìamos,
si nos acercamos a la silueta de una bolichera.
El prisma luciendo en las maderas
su ideal forma de superficie, arrancando
un respiro de dios a la belleza o el pristino
resplandor, con el cual el verano con su luz
envolvìa maniquies, preparandolos para el
otoño o màs allà; el invierno con sus
tejidos de frìo entre las conchas y
las caracolas y los mapas, escribìa.
Cartas de aceite llegàndo a esa casa
en la orilla que habitamos con toda la suspicacia
de la inocencia en las madreselvas o apilando jinetes
en el hemisferio que no eran nada màs que cirros
o nubarrones; frutos de tornasoles. Què otra
cosa podìa hacer en el cielo el elixir?
La precisiòn de la ola en la arena.
-cada una en su destrucciòn era exacta-
Los buques digeridos por el horizonte donde aùn
-lo sè- se baten monstruos y dragones.
Torres de humo rosado serpenteando
en el infinito como angelicales flexiones
de una despedida de quimeras.
-aùn en esa despedida, quemàndose en
su fuego-
Y escolleras donde el miedo a algo mas
hermoso que el mar, nos suspendìa en un
momento que parecìa ser terrestre. Pero no.
Simplemente no lo era.
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