lunes, 20 de abril de 2015
Despertarse
Despertarse y observar el sol.
Mirarlo con indiferencia, esa indiferencia con
la que hemos caminado este otoño y preguntarnos
por la razòn de ello.
Construir un àrbol.
Recoger un pensamiento.
Penetrar el aire.
Caminar con una jabalina o una herradura.
-es lo mismo-
Intentar escribir aquello que en lo màs profundo
deseamos pero que siempre es imposible.
Pronunciar lo inefable.
Ver en el ave el anuncio de un puerto o un que
sè yo conjurando islas.
Sentir como el sonido se tensa en todas las cosas
de la naturaleza y en nosotros sòlo el tensar de la sangre,
el equilibrio mortal de las venas.
Reencarnarse siempre en los nervios.
Buscar algo en el viento que nos pueda emocionar
como cuando nos alimentabamos de platanos
en el sur de las hojas y todo era
ardiente como el fìn del universo o una manifestaciòn
de libèlulas destruyendo pretiles.
Ascender por una colina de bronce
Sentir que ello no es tan ajeno como este remordimiento
donde el pulso se acelera al evocar un patio,
un jardìn herido por el sol que ya
no nos acompañaran.
Tener el latido listo.
El pulmòn.
La sucia vejez de las uñas.
Nuestra visiòn de los dados en nuestra sombra
formando ciudades que la hormiga descubrirà de noche.
Por que ella encontrarà allì
el sentido de una profecìa,
para este extraño corazòn.
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