jueves, 30 de abril de 2015

Nocturnos de Galeones





Puedo tomar el brazo de una iguana
cuando los manantiales no recuerden su edad
o recrudezcan en el platino los cipreses.

Llegar a lo ideal con un sol de otoño en la boca
y suponer que puede construirse como una
palabra hermafrodita en los labios.

Incluir mi corazòn en la madreselva
donde un dibujo de mirra anhelaba la escarcha
y las silabas eran direcciones de gametos.

Liberarme del sol cuando escribe entre aparejos
mortales y ciegos como  nocturnos de galeones
que apagan entre visiones sus corolas.

Elegir las entrañas entre cachorros
donde se perfila ignota la escencia de un pubis
libre y absoluto entre otoños de minaretes.

Desprenderme del oceano lleno de latigos
y ceremonias sexuales anidando en los ecos
donde se transforma el sol en gemelo.

Puedo tocar el aire de una iguana
respirando en voz queda como un acertijo 
en la oscura playa de los enigmas.

Dirigirme a una orilla de nenufares
donde las primeras cosas tiemblan como pulsos
o la conciencia eleva la razòn hasta el idilio.

Comprender sin involucrarme un atardecer
en la hierba, sobrecogido por extraños eventos
donde el mar-por ejemplo- es rehen de una piedra.

Comprender hasta el rito la escalada de añiles
que acaricia una humedad llena de suicidas y amplios
monitores de carne rodeados de escafandras.

Desvanecerme entre ellos como una uva.
Ser incandescente -si se puede- como un àtomo.
Puedo tomar el brazo de una iguana sin que
acabe todo. 

Asi es como despiertan nocturnos de 
galeones.









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