martes, 7 de abril de 2015

El Sentido de la Garza





Aparece el dìa con su soledad.
Trajo el compas del advenimiento en cada
uno de sus pasos.
Llenò de harapos de carne la niebla.
Colocò los huesos debajo de los musculos
para entender que existìa.
Enumero las liebres.
Reflexionò en los contenidos, pero no
a la manera de un reflejo ni la lucidez, lo hizo
con algunas grutas en el pelo
que venìan del mar. Tambièn llevaba
una caverna.
En las paredes de aquella caverna escribiò 
quienes somos.
Surgiò de la nada como a veces de la nada
surge otra mirada. 
Viviò todo el verano pendiente de ella y creyò
que bastarìa para alcanzar el otoño.
El otoño -sin embargo- tiene otras demostraciones.
Pasa de las fibras a un hogar. Pasa del aguila 
a las dimensiones. De los rinocerontes
a las boyas.
El otoño -debo decir- lleva otras pretensiones
en su cuerpo, misterioso animal que pasea
sus criaturas por la noche,
enigmàtico paìs de desencanto
entre liebres y machos, sondeando catapultas
con las cuales un hombre es lanzado.
Pero escribìmos del dìa.
Las mismas catapultas con las que son arrojadas
el papel y la cruxificiòn, arrojan ese dìa, su sentido
de la garza que extiende papeles de diamante
segùn las interpretaciones.
Yo lo vì, es cierto.
Tal dìa llevaba una mandibula y en sus manos,
un diccionario.
Un tono rubrico de enciclopedias abandonando
dibujos en los galpones,
desde allì durante la època de los leviatanes
hablaba a los simios.
Aparece el dìa y pienso que ningùn  pedazo de
su celeste llegara a la noche.
Pero a pesar de ello, es un dìa
lleno de tripulaciones,
de barcos que son impensables y a duras
penas mantienen un cometa en
sus oceanos.
Igual que el insomnio -a duras penas- se
mantiene en los delirios.




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