martes, 21 de abril de 2015
Los Ritos de la Palabra
La lampara vacìa de un pliegue, urdiendo
manìas de escamas en los sabotajes de la orilla, el
corazòn en la mano como toda la
sensibilidad que deja un pàjaro en el movimiento,
la humedad del cèfiro
y a la par, los sauces desmembrando
un helecho en la memoria, con el poder de
una viciosa imagen.
Abedules de arena sobre sacerdotes
que inspirados por el sol derrotaban un arco,
un cuadrado encendido -un instante- por la curva
al doblar la linea, un circulo que nacìa en la miseria
de un tallo, sangrando en la
inflexiòn de las aletas.
Fragatas que ofrecìan el sacrificio del esplendor
al espejismo de una sonata en el pelo,
la cabellera de sudor subiendo por los andrajos
del aura y junto a ello, una pàgina
de camellos donde el universo anudaba un oceano
de cosas: sòlo los ritos de la palabra eran
nuestros.
Desiertos como el prado ansiado de una colina
en el cual la intensidad desnudaba
el eje sucio de una platea, cuya gravedad
tocaba el cielo con el espìritu
de un meandro y la ignota mirada del espigòn
dormida en los craneos de la tierra.
Sal de precipicios para los vagones.
Frecuencias de antarticas bengalas con su
historia de tigre en los acantilados
donde nacen pero no terminan las historias.
Hoy vengo con una elegìa de cobre
tomada de los dìas, de los atardeceres casi
hialinos, de la medida y la longitud boreal donde
el eter crea la noche, aguardando
tragicamente un mortal, sòlo
la llegada de siempre un mortal dìa.
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