jueves, 23 de abril de 2015
El Meridiano del Helio
Es temprano. El mundo que conociste se ha
vuelto secreto en sus primeras cosas.
La flor que se abre, parece haberlo hecho nunca.
Las alas del ave al extenderse crean
un prodigio que desconocía.
Los elementos flotan nuevamente entre las
escencias, pronunciando un nombre.
Las escamas se unen al pez.
Las plumas forman nuevamente un ala.
Algunos hombre no saben que la eternidad es
sólo uno de los origenes del eter, donde
la poesía escribe lo innombrable para cifrarlo.
La ciudad se mueve entre automoviles que
desconocía. El aire escribe en sus hechos
con eventos de misteriosa morfología creando
un acuario; en él un tropo de abedul, la cisterna
de una ráfaga. Es temprano y los hombres llegan
a la arena para sus clases de astrología
como extraños ornitorrincos que pueblan las
selvas. El animal despierta entre los nombres con
aquel que llega del oceano; uno que aprendió
por si mismos de las agujas y del aire, que se
corrompió en el numen hasta caer en la existencia
lleno de luz y posibilidad, lleno de rayos y grietas
en sus rocas, sosteniendo a cada instante el amen
de las gaviotas en cada atardecer huyendo con
sus símbolos, hasta un meridiano de flautas y
de oboes. Un meridiano pronunciado sólo
por el helio.
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