domingo, 12 de abril de 2015

Armonía





La armonía es necesaria en un país de desiertos.
Junto a una arboleda de patios y el uso hiperbólico
de los zafiros,
voceando llamas que de noche buscan sus jinetes.
La armonía es una constitución de manglares.
Un equinoccio con leyes de activistas amarillos semejantes
a glaciares.
Es el lenguaje con que asciende la marioneta de selva al
juicio.
Una dimensión de cofres junto a los bancales.
Una dimensión como la que grita sensibilidad antes que
viento u horada las fosas celestes donde 
la naturaleza da a existencia a los sedimentos.
La lucidez es capilar antes de llegar al pensamiento.
El atardecer donde las chimeneas se hunden como 
un dado en los fuselajes,
en la fogata de los husares y los mandamientos,
en el ministerio donde los patriarcas estigmatizan el día
de silenciosos proceres sin craneo.
No es un perro, pero suele ladrar como los jabalies.
Desnuda cebras en meridianos atroces, donde 
la lampara es nada más que aceite detras
de los meandros.
Una armonía es un pulmón.
Una flor sin higado.
La caminata automática hacia una traducción de 
carriles.
El día antonomasico, buscando la sintesis de
la sangre.
La armonía es el mundo que vive poco o mucho.
Y en ese vivir poco o mucho, tu corazón 
a veces la acompaña
lleno de  plastilina 
ebrio de alfileres que se deforman.
Porque la armonía es un equilibrio en el interior de
una aguja que no vive demasiado.









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