sábado, 18 de abril de 2015
La Destrucción Azul
No te he escuchado hablar de los cometas.
Tampoco te oi decir una palabra sobre las cenizas.
Te escribí según el rigor de los solsticios.
Miré el vertigo de tus meridianos
y me desprendí de tu insomnio como lo hace el brillo
del abdomen de una luciernaga.
No escuche el nombre de las piedras en tu corazón.
Miré en cada galaxia con el temple que la memoria
habita; temple que por lo general jamás le es dado
a una vida.
Y escribí de los juramentos en la escarcha cuando
la promesa del olvido es un canto, posible
y ojeroso como las cartas de la tierra.
Yo no he visto a la razón pasar por tu casa con una
ola de vidrio.
Tampoco observé al poema desatar sus ondas
de plastico como lo hace la bruma en inviernos de
savia y plastilina en un bosque.
Bosque donde pensamos que una bandera
es enarbolada por cigarras.
Bosque donde los termiteros crean otra nube
de papel, otro hemisferio de cartilagos cuya
presencia alude a savias y elixires de musgo.
No te ví confesar al amor un poema que fuera
como el viento, lleno de soledad y molinos
que empiezan a ser raidos y con ello
algo como una destrucción...
Una destrucción azul empieza.
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