miércoles, 8 de abril de 2015
Primavera de Bronce
A cierta hora me habrìa encontrado
con el corazòn.
Luego hubiera recorrido el mar sin
una hazaña.
Hubiera tendido relojes intentando
ser etereo.
Sembrarìa el pensamiento en el
tedio y llegando a
la conclusiòn de que sòlo los colores
hablan, me hubiera tendido
sobre el humo que dejan las estrellas
cuando el mundo
las alcanza.
Seguidamente escribirìa a los barcos
- a todos los que hay en el mundo-
Y describiendo las proas
-para ver que tan ciertas eran las
palabras-
mi vocaciòn por sus màstiles se
hubiera hecho mistica.
Carnivora.
Hubiera cultivado herviboros en
mi casa.
Hubiera aprendido de los recibos
de luz y los cortes de agua.
A cierta hora cuando lo que hacemos
termina siendo lo que somos
y todos los caminos al revindicar los
cometas, dejan esa vida que
llevamos en el agua, llenos de bozales
y nupcias misteriosas como
llevan los crotos.
Asi, tener una imagen serìa
el calificativo para todo acto en el
mundo; la casa esotèrica y
volcànica para los lugares del
acero.
Una casa con velòdromos y
raices que empujan el sol a una
caverna, llenas de fuerzas amarillas
como los sacrificios.
De energìas como el relàmpago
en las manos
cuando una silaba se extingue
en la corola del àrbol
tallando primaveras de bronce
en su polen
infinitamente.
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