domingo, 5 de abril de 2015

Nombres





Nombres como la pustula, nombres de 
cabelleras que suben por las encrucijadas,
con movimientos de adioses y el requiem
del álamo entre acantilados de madera.

Nombres de nenúfares creciendo
sobre el numen.

Como los baules de un corzo patriarcado.

Nombres como la humedad o el hilo 
que desenmascara la apariencia conduciéndola
a la realidad.

Ebrios de rinocerontes y aceites
cientificos.

Nombres que dejamos caer desde la divinidad
conjugando la providencia entre lo subterraneo.

Tantas palabras entre aquellos nombres
que sería imposible llegar a aquel que nos pertenece,
a aquel que nos intuía; el que abandona
historias de salitre en la albufera o
los ferrocarriles ideados por
una capital de hogueras, sólo por alcanzarnos.

Nombres como la idea o aquellos que llevamos 
encerrados en los atomos y recipientes, nombres como
de reptiles atorados en algun itsmo de
las escaleras.

Que se diversifican cuando llega el adios
o asaltamos el cielo con una piedra ardiente en
las manos.

Que descifran el sonido de lo oculto
el siseo supérsticioso.

Que son organizados por los periodicos.

Que aterrizan entre los planetarios
con ecos aguardientosos de cobre y estaño.

Que mantienen dialogos solitarios.

Entre la coreografía de la sangre
y su luz.

Nombres superlativos o hiperbólicos 
destruyendose en un pavimento de leyenda.

Semejantes  a los iones o el helio al
simplificar.

Que caminan crepúsculares y saben 
de iones como también saben de 
estambres.

Iguales a una manada en el momento que
se alimentan de iguanas.

Nombres como el esqueleto de una mosca
cuando deja verlo en el vuelo.

Como los que izan.

Como los dialecticos a la llegada del mar
a una puerta.

Una puerta donde otra dinastía de
esos mismos nombres espera.

Pero su espera ya nada tiene que ver
con nosotros.

Porque decidimos tomar un camino alejado
de ellos.






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