viernes, 3 de abril de 2015

La Mirada de los Manantiales






El primer ojo cae.
Posee un silencio como del aire en el 
verano.
Parece a cada momento reflexionar 
en su posiciòn frente al mundo.
Y
Tal ojo cae como un eje,
como el universo y los huesos cuando
son unidos por la carne.
Semidìas y angeles sobre la arena
nos ofrecen una idea de los cautiverios,
tropeles sordos de agua
escinden las piezas y habitaciones de
un mundo
desnudandose en las ojeras,
cuartos de sal como el tiempo, luces
de humanoides en ellas asaltando aquello
que tù màs amabas: La gravedad,
una flor radiactiva en el 
hombro, la imagen
casi exacta
de lo humano casi accediendo al sìmbolo.

Las gaviotas posandose en los espigones
atestados de pelicanos, el muelle 
como una unidad de antiguas profecìas para
los mitos.

El ojo cae y es una gran sensibilidad
que nos conservemos en sueños, para que otras
cosas en los espejos sucedan y entre las
flores se aten.

Sobre las espadañas.
En los itinerarios, en la musicalidad del infarto 
antes de tocar su eclipse,
en los significados del verso atado a una cadena
donde los instrumentos vagan con su
peso lunar.

Sobre parafrasis de realidad en un periodico, en 
las cartas elaboradas por los dinosaurios
en un jardìn de satèlites,
donde el espìritu deja de explorar en el corazòn
y eclosionan los tuneles de la ceniza
llenos de monopolios y valles
de oxigeno, donde las corrientes golpean
el hierro de las columnas,
donde existìamos luminosos, como una cinta de brea
que cose en las pistas regueros y regueros de 
carne.

Moscas verdes, floreadas en sus vuelos.
Destierros de una obsesiòn junto a una amapola, ahora que
crecen las estrellas en los botines del verano.

Animales de fango en las reliquias.
Libros de ceniza, sucediendo a los telescopios con
su horario de curvas.
Lamparas sensibles al repliegue
de una casacara en los sueños del escarabajo.
La totalidad de la apariencia completando el circulo
de la realidad y entregandolo a las
aguilas.

El primer ojo cae.

Tendrìa que desaparecer para invocar en 
los pàjaros.
Tendrìa que reconocer en sus lìmites ahora que 
algo se ahogta en la mirada de sus
manantiales.

Pero con los manantiales sòlo puede suceder
una cosa: O crecen convirtiendose en lagunas o 
son alcanzados por la muerte.




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