miércoles, 1 de abril de 2015
Poema
Aquí en la encrucijada de la lluvia
desfiladeros de agua, forman nuevamente
sus entrañas. Sus huesos otra vez a una misteriosa luz,
su esqueleto nuevamente en movimiento
llevado por corrientes y ráfagas.
Yo oigo. Los barbaros pasearon por la noche
con otros uniformes, bajo la sombra de una alambrada
donde tatuaba el heliotropo su existencia en
las piedras.
Raciones de verde, segmentaban la escarcha
entre rituales de otoño donde, la desnudez
era un ciervo, abriendose paso entre la dimensión
de la espatula, donde giraban los cernicalos
al don ingenioso y mortal de su
carnicería.
Aquí en el naipe, junto al amuleto,
donde reconocen las lamparas el dominio
de los rieles,
el rastrillaje del sudor en el cuerpo,
el reglaje de una ola.
Atlantico el mar que no es meditarreaneo pero
lleva sus aguas, silenciosos meandros donde
la luna forma un zohar en él, diversificado por
una cadencia,
exiliado en el tiempo original donde lo
homogeneo,
ejercita en los jardines el sentido del torpor
en el hombre,
la narración de un jazmín en la frente,
una noche donde los megaterios bajan a la piel
con otra gravedad: Una de animales antediluvianos, por
ejemplo.
Aquí. Ante un océano
de ultravioletas astrónomos.
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