sábado, 19 de abril de 2014

Los Viajes Invisibles








He tocado en un sueño como si se tratara
de una puerta.

Pensé que su espíritu y el lenguaje que lo 
habitaba, responderían.

Recogí las formas escenciales de un niño 
al atravesar un espina.

Fuí tomado de la mano por el laberinto.

Crecí entre astillas buscando lo indómito.

Aceleré el pulso de una pantomina ante la
llegada del halcón.

Inhalé la duna y el cirro en ella encerrado
en una boveda.

Al acecho de los manantiales llegué a ideas
con la fantasía.

Uní un papiro con otro centinela que el 
corazón a veces derrama.

Subí a los treboles pendientes de todas las 
consignas.

Allí las boinas inundaban el libro del aire
entre cadaveres y alineaciones.

El amor era una danza en lluvia.

La bruma limpiaba el estertor arrancando
su claridad.

El ojo de las sienes regresaba a la cabeza
con una bandera silenciosa.

En ella leíamos que lo ajeno era también
lo nuestro.

E inundandonos en el absoluto de su
transparencia, partíamos.




Guillermo Paredes

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