jueves, 24 de abril de 2014

Dìa de Aceite






Al lado de una ventana de poesía hay un barco.
Muy cerca existe un raudo caminante de llanos
programado para un extenuante día de aceite.

Dominantes ruinas de escepticos, dirigen la nieve.
En ella acendradas babas son maritimos legados
de simientes doradas en las orillas. El acuario.

Nos dice que algun arrobo fue ira crepúscular,
que los dioses cantaron mientras bebía la arena
en crudos mantos de rostros sin velamenes.

Alfabeto del perro que aún llamo en las tardes
cuando el aliento del lenguaje se desplaza hacia
el detalle del agua subiendo hacia el espejo.

Albabeto que esta mañana en el plural forma
indomito, la nube del estío, el formol de mi dedo
la casta sin colores de mi ignorancia. Un himno.

De poemas sube al astrolabio con la armonía
del mar en otro tiempo, cuando los espigones
en su armonía centelleaban entre mandarinas.

Frescos latidos de nutrias escalando entrañas
dosis de anillos sobre estropicios de cartas en
las oraciones de un niño sobre los miradores.

Allí planeó lo nocturno la conjunción del plano
en una superficie donde la trompa y el escenico
supurar de un crucifijo hundía brisa y mares.



Guillermo Paredes




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