jueves, 24 de abril de 2014

El Espíritu de las Perseidas I








Incluso el astro que cae como efigie e ion dialógico: utópico
en el vendaval de los gnomos, petrificados por amplias
estaturas de cielos que no vemos. Incluso el astro en directa
impresión sobre los eslabones que 
duermen en la orilla
cediendo a si mismos ante un acto irracional como la aurora
donde acaban. Tan irracional como la razón de
un sediento.

-a todo esto observarlos es
arrancar todo molusco de la tierra-

En esos metéoros que embadurnados de traqueteo
marítimo, regresan desde el fondo del mar
con un trineo de asteroides para 
demostrarnos que allí también
se forman galaxias. Y otras constelaciones
esbozan castillos para las sienes
si conmemoramos en ellas
que podemos dejar atrás el mundo esbozado
con un mito de arcangeles en la
saliva.

Y entonces el mundo se detiene porque estaba escrito
en el árbol del poniente.


Asi admiramos aquello que percibe 
al caer desde el junco, el labio que contempla el luminoso
confín de sus astas, al perderse en el bolido que cae
tensado como lo haría el infierno con un beso.

Pero nosotros dejamos que sea asi.

Que ese espíritu de las perseidas nos tomen.

Para que en su fuego nos digan donde empieza
el camino.

En qué reinos de estelas en la atmósfera.



Guillermo Paredes

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