Me pertenece un dìstico.
Escribo frente a èl pues es un hada.
Generalmente es todo lo que su vida puede dar:
alguien que escribe frente a èl.
Es tambièn todo lo que ofrece existencia: posarme
frente a algo.
Asi llegamos a la natiuraleza del objeto.
El llegar como caracteristica a algo.
Posee usualmente medidas de fiebre.
Resultados como el olvido.
Posee la mirada de un forastero que recita en
la nieve. Transforma su craneo en tèmpano.
Dispone de laberintos y electrocardiogràmas.
Su mañana es hermosa en tanto logra
desplomarse.
Pero afirmamos: hemos dicho todo lo que hace
pero no lo que siginifica un distico.
La hegemonia del prado en èl es una manera
de disculparnos.
De pedir perdòn a los bòlidos y los destellos.
Asi dejarìamos de raspar ballenas y baladas.
Pero mi espìritu casi siempre en el hedor
de las salvas y confinamientos, vuelve a mirar
en lo romàntico como un alma que crea
primogènitos entre llamaradas. En una analogìa.
Y hablo de disticos.
Como una criatura en el pulgar del
escalofrìo.
Como un animal en el radio
de la svastica.
Semejante al presentimiento
del ingenio antes de ingresar a la
magia.
Con un velero rojo en
los ojos.
Guillermo Paredes Mattos
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