jueves, 31 de marzo de 2016

El Lomo del Caracol






Hace dìas que no escribo.
Lo ùnico que hago es mirar la tarde. Sentarme
en un oido. Vaciar las ramas de hojas. Observar el nucleo
de una abominaciòn en el polen. Intentar llegar
al angulo que forman en el tronco los ramas.

En cada una de esas ramas està crucificado un pàjaro.

Yo los veo desde extraños espectaculos.
Desde crepùsculos que son horadados por los husares,
por los coloquios al frente de una nave dirigida entre
colecciones de extraños repertorios en un
ancla.

-todo eso, ya lo sè, no es incandescente-

Còmo es que llegamos a ver tales repertorios si el sentido
de las anclas se encuentra enterrado en el agua.

-asumimos que el agua està compuesta de tierra-

Y que ninguno de sus manantiales puede saciar cualquier sed.

Asumimos tambièn que hay un girasol en cada piedra.
En cada farallòn. En cada lobo de mar que se desnuda en un piano.
En cada historia de las bovedas; aguardo que sean
siempre distintas o al menos algo las pueda separar
de todo aquello que la antecediò.

Pero no hay mucha seguridad de esto o aquello que cruza
una plantas. Tampoco lo hay de los frutos que tomaròn la electricidad
de la linfa. Hay sòlo hegemonias que descubren el purpura
de una atalaya y con ella dibujan continuas alhambras
en un sueño.

En un cartel de uvas donde los clanes se forman.

Y donde el lomo del caracol se desintegra.




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