lunes, 28 de marzo de 2016
Talòn de Hondonada
Escribìa muy cerca del talòn, era la hora de
la isla. Tambièn de lo irremediable y del
torpor en el velero conjugado por la fantasìa.
Escribìa ahora desde las botellas que desnudan anilinas.
Ahora que los metales llegan sin ninguna transgresiòn
de los cometas. Empalados por una abstracciòn
en las sienes.
Debajo de tulipanes, con un veredicto
hecho de piscinas.
Con un vicio de madera degollado por lechuzas.
Entre los menguantes y lo febril.
Tensado por una calle en la palabra.
Herido por este sol que indica a la tarde en el
hemisferio, el posible origen de la vida.
Origen que parece escalar a veces los crepùsculos.
Escribìa cerca del muelle, junto al viaje de un
hormigòn, separado de la estrella por la cual se inclina
una sortija a la luz que escarba intelegible
en un calendario de vapor semejante a los màstiles.
Con un faro en los labios.
Con la pronunciaciòn de la palabra en los
cuadernos, en las transfiguraciones, mientras la noche es
elaborada por una uva en los parpados.
Escribìa sin ningun oceano.
Desfigurado por los circulos. Entre fragancias de eter
o melodìas que juntan en sus huesos la imagen de
un poema con latitud de inocencia u oscuridad
en los arrecifes de un timpano.
Tan cerca de la medula.
En los pasillos donde la bruma despierta antepasados
y un cerco de monitores nos posa en las grietas con
un ideario de hollin dormido entre las
colinas
donde otra realidad parece anhelar el espacio.
Tambièn el tiempo.
Esa otra atroz capacidad de la arena.
Recogiendo de las dunas, solamente esferas.
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