jueves, 24 de marzo de 2016

Hemiciclos





Aqui existiò un hemiciclo.

Puedo intuirlo por la caida de un puente en las
yemas.

Logro intuirlo por una junta gràfica de obreros
cuando se unen por la noche disputandole al horizonte
un pleonasmo y al satèlite una cesta
en el color del jade.

Veo por ello el marfil en las legañas, proponer
a los hombres un dìa como el mundo hecho
de izares diàlogicos y paredes
que caminaron y encontraron un sentido al dìa.

Y en apariencia lo encontraban al cruzar el rostro
de una palabra.

Aqui aparte de un hemiciclo, existiò un tabernaculo.
Yo he leido algunos escritores judios y de todos recuerdo
un poco màs a Kafka. Quizà sea porque inventò un ser
que vivìa entre las escaleras y su risa no tenìa pulmones.

Existiò tambièn una caligrafìa.
Un talento como el mar que perteneciò a los otros.
Un talento como el mar. Lo desconocì en cada uno sus actos
para reconocerlo a travès de su sombra. Yo lo evitè.
Yo siempre lo evitè al final de todos los
coagulos.

Incluso despuès de un subterfugio
justo cuando un resplandor cristiano era coronado
y las tradiciones vuelven a leerse entre si mismas, para
llegar a lo moderno.

Aquì existiò un calle, no era de hollìn, era de cristal y lleguè
por la tarde mostrandole las urnas que llegan de saliva
las pisadas. Yo lleguè siempre como un satèlite
girando ante una casa de dolor en el alma
y otra menos dolorosa en el espìritu.

Paralelamente las axilas eran derramadas por los cuencos.

Y eso era todo.







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