martes, 29 de marzo de 2016
El Vacìo de los Templos
Existe una hoja.
Tambièn una historia que muerde las palabras.
Existe como un ecuaciòn alargando los rieles.
Como una miscelanea de la brisa mordiendo los juguetes.
Hay un reflejo en el cual algunos brillos
duermen y otros despiertan.
Uno que se ensimisma desde los perdigones con
nauticas leyes de bolsillos y orfebres.
Por lo demàs una lampara que por la noche
camina sobre el opuesto del nihilismo. A tal silencio
uno de los otoños le llamò dialectica.
Y quizà sea asi. Quizà existe una hoja que
por la noche atraviesa este recinto llena de casas
o sexos donde una mortal sepia asciende.
Un recinto donde los animales sueñan con los
puentes y los versos brotan endemoniados hacia una
bocina que anhela un grillo.
-es una hoja que no està cubierta de pisadas-
Que camina en el sur con una abstracciòn que acontece
màs o menos bajo la hierba.
Acariciando siempre
la tierra o acariciada por ella, para el caso es lo mismo.
Una hoja en la que respiramos hasta la caida del sol
o los huertos del verano con sus trapos celestes de
muelles y bolicheras cuyo encantamiento
reside en un crepùsculo a lo lejos
poniendo entre nosotros y el mismo màs de un horizonte
como distancia.
Una hoja que precisamente es esa distancia.
Pero nosotros creemos que no es asi. Que
originariamente nos encontramos entre los solidos con
toda la experiencia de la espuma en los cabellos.
Y està bien, cabe la posibilidad que sea cierto, pero
tarde o temprano nos encontramos con esa visiòn
donde todo es inutil.
Y queramoslo o no, ese todo -irremediable- se encuentra
vacìo como un templo.
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