jueves, 11 de septiembre de 2014
Poema
La naturaleza pasa.
Sus trenes son de hierba para que
no podamos oirla. Sus aves son particulas
de árboles para que nada más
el gorjeodel otoño logre separarla.
- también el verano, eso por extensión-
Animales de cartón buscan en aquella naturaleza
un imperio. Un periodico de efigies extiende los acertijos
del plenilunio y asciende la luna hacia la marea
de un tiempo en que presagiabamos
sus eventos desde el aceite.
Preludios de algas respiran el templo de las
voces desde ese universo y el verso descifra el santuario
donde un sacrificio se decía a si mismo: no soy la
única ceremonia de una mente.
Un poeta muerde los simbolos del adios y otro
multiplica entre la nada.
Transfiguraciones de opalos toman el iridio
del verbo en una silueta de grasa.
Volumenes como el oido y la serpentina
quimerizan nuevamente en el vacío llevados por
la seda de la arena.
Proporciones como la espuma en la resaca
impregnan la mirada de otras sienes.
De otros elixires.
La naturaleza pasa.
Su voluntad es el pajaro sin tocar el aire.
Para crear en su magia, sólo debe
despedazarlo.
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