viernes, 26 de septiembre de 2014
El Color de la Tùnica
Tal vez el mar.
Entre sus mensajes el acento de una constelación.
Tal vez el sentido de tunica de las ojeras
y dado una frase vacía ó aquellas llenando el sentido
con deformaciónes antiguas de suburbios, nosotros
creabamos también una respiración. Una pared
marginal para los epicentros y las cortinas
de oxido. Un alabastro de sueño donde
las hormigas y el ideario subversivo
de un tenedor dejaban de ser
misticos.
Y en los timpanos
germinaban mitografías y yelmos avistando
colores y surgian días
inmediatos como la sensibilidad
y expresiónes según la orgía que tomaramos
del sueño y la resurrección del salitre en epocas de
zinc y cadmio. Y todo esto como un relato
donde los carbones culminaban alrededor
de todo purgatorio
una fantastica ración de eucaliptos.
Sí, aquel mar.
Con su piano y helechos.
Con viseles de trompos en sus manos.
Desencantado sólo por alguno de sus dioses.
Ese mar de rieles negras.
Ese mar de purpuras trayendo en el amanecer
el teatro de los astros.
Dejando en la resaca un juego de molinos
una agitación como aquella que
esconde la carne en los paraderos de la
nieve. En las polvaredas
donde no sòlo el fuego vuelve a la ceniza.
Ese mar de ignotos inocentes empalados.
De victimas como la habitaciòn de perdigones.
O la leyenda del bucle perdiendose en
la cera, con inmensos martillos donde
los amuletos, todavìa cuelgan el
ùnico ritmo que nos queda.
Aquel que es amarillo.
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