miércoles, 10 de septiembre de 2014
La Mitología de la Nutria
El platino camina bordeando una
escencia.
Practicos bordes de asfalto persiguen andanadas
de granito en la ciudad hasta
recrearlos.
Soledades como la flor y la lluvia traen cometas
amarillos del desorden y en el caos, lo evanescente tanto
como la armonìa dibujan un tempano.
Inmensos tejidos de ballestas se convierten
en gladiolos. Grandes puertos donde los muros son rojos
enquistan sus piegues en hexagramas y equilateros
buscando un perfil diferente para sus
figuras.
Los sonidos transcurren ahora entre interregnos. El
curso de los suicidas es una cresta de animales
sin dioses, prematuros como el sino
del ancla.
El olivo corta un pez y cercana es la enramada que
conviertelo en memoria de cipres
hecha plastico.
Corazas de ambar
penden del frío como una garúa.
El vacío llena de nidos la voz sepulcral que conocimos
hasta el regreso del idilio.
Se agitan los montes
como lampos de iridiscentes cordilleras buscando
su alfabeto.
Caminamos a través de esa luminosa serpiente donde
una palabra propicia el destino
de los cantaros.
Puercoespines y mandolinas observan el lexico con
inquietud y el poema abstrae el descenlace de una arista
al agitar el grano devorado entre hipocampos.
Nos dedicamos a las lamparas con el
sentido más acuatico en la atmosfera. Topamos con la
voz y el oleoducto que un tarot descuelga en los cabellos.
Se encrespa una nutria en la superficie que mancha
la lengua de basaltos y cursos que apuntalan cartas
de hidronautica; algún universo de aerosoles.
Y sobre el aire repite la savia su sentencia: es el lenguaje
igual que el hombre quien roza
antes de su vida el mito.
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