domingo, 14 de septiembre de 2014
La Caminata del Pelícano
Siempre caminamos por los mismos vidrios.
No sabemos -sin embargo- las cosas que hacen que
cada caminata pueda ser diferenciada de otra,
pero sucede. Y sucede como el acontecer de
la gota en el manantial. Sucede como los
primero grillos del sol cantándole a la
edad de la luna y los planetas.
Caminamos. Parece algo elástico o anatómico
según el velamen o los pedazos de un
submarino llevado por un pelicano
en su pico, en días como el
reguero o la hoguera.
Pero nosotros no estamos -en escencia- compuestos
de caminatas. Nosotros tenemos el pecho
al reves y siempre estamos mostrando
el corazón que como una superficie
oriental -en esta ocasión- empieza
a evocar mandarines.
Las caminatas son diferentes, esa es la idea que
sostuvo la primera estrofa en este poema. Es
también la idea con que debo sostener
cualquier silogismo o la propiedad
de los susurros cuando elaboran
la tendencia a las percusiones
y acusticas. Eso en lo concerniente
a este poema. Podría decir texto
pero ello significaría destruirlo todo.
Es la idea -me digo- pero no siempre
el pensamiento.
Y aunque no siempre logre diferenciar idea
de pensamiento. Doy fe de que la rubrica es una
forma de pantano, donde el vuelo de las garzas
es un elixir semejante a los semaforos y la
enajenación de los frutos vuelven al opalo
donde el pergamino empieza.
Y donde todo -en apariencia- termina, pero
no es asi.
En este momento -al observar en el poema- quisiera,
pero no puedo redormularlo todo.
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