lunes, 29 de septiembre de 2014
Una Casa
Existe una casa.
Los nombres en ella no buscan los nuestros.
Los seres en ella no llevan los que nos pertenece.
Pero es una casa, llena de lagartos
como un templo, latiendo en el errante
lugar de una calle, en el cual
volvemos a la inquisición con un
poco más de hielo. Es una
casa con todas las imagenes que desata ese
hielo al convertirse en agua. Proporcional al lago
que puede ser un girasol. Proporcional a las ventanas
cuando tocan la sensibilidade que es de brea.
Casi exacta y perfecta para el crepúsculo de aneroides.
-a no ser por lo exacto y lo perfecto-
Es una casa. Lo único que conocemos en ella
es el texto que no llegó al poema. Lo unico: inviernos
como la espuma de una gacela inventando un ser
y otro ser en ella que ya casi memorizamos sin necesidad
de la memoria. !Ah la memoria!
Llena de soledad como un martillo. Cromática
en la era de los linces. Perversa como un
idioma que derramamos en el interior del alfabeto
un amanecer de lenguajes en que nada es posible.
Y entonces dejamos una pregunta en el
interior de la niebla. Entonces descubrimos la humareda
llevando radiografías de palacios devueltos
por ecos y xilografías que
junto al daguerrotipo crean un boulevard
para el apogeo de los ejes. Tambièn una
x muerta.
Y ante tales ejes cerramos esa casa.
Nos dirigimos a las calles.
Y en ellas disecamos una mandarina dormida
en el subsuelo.
Y nos sentamos ante ella en un cualquier lugar
de esta densidad llamada universo hasta que florezca.
O sea un desayuno de los chacales.
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