viernes, 19 de septiembre de 2014

El Libro de las Sienes






El pensaba en oir.
El pensaba en sentimientos donde
cala la sed o la expresiòn del desprecio
llena un puente con agujas
y blancos minotauros.

Pensamiento de los reflejos y las superficies
donde los eventos se detenìan a 
retomar el idilio con
la rosa.

Pensamiento de las figuras con ponientes
o los auroras donde es cientifico el
dossier. Celeste el cadmio.
Telemetrica la hoja.

Y bajo la madreselva se decìa què
clase de himno es aquel que
une la luz con la sombra.

Què oraciòn bebiendo enredaderas de
sepìa y grandes estalactitas donde
la atmosfera recogìa el 
espacio.

Y luego...
El tiempo en la arena.
La orilla del sargazo donde se columpia
un rehen esperando el verano - tenìa el libro
de las sienes- o el gran esbozo de coral
renaciendo entre los arrecifes, tenìa...

ese dogmatico aposento de una idea
que decapita toda doctrina del trueno y
lo hialino...

Asi penetrò en los dormitorios
de una colina, diò penumbra al entrecejo,
fue animal de grandes inspiraciones con la
nada. Eran horas de vacìo con los dinosaurios.
Aquellas de las que aprendemos
como extraños lunares entre
lo misterioso
algo del poema que pasa
algo de sus sienes en èl inauguaradas siempre
por pulmones y nada màs
que aquello que colma las venas y los
interiores hasta la llegada de otro 
talisman en ellas.

Llamemosle entraña esta aurora.





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