lunes, 1 de septiembre de 2014
Poema
En un lugar se hallaba el craneo.
Por una de sus aberturas tal craneo dejaba
ver un àrbol. Detràs del àrbol habìa un
horizonte.
Intuì que ya antes habìa atravesado
esta calle para llegar al craneo. Intuì que
ya habìa cruzado otro àrbol y con èl
un diferente horizonte. Todo en
otro lugar.
Presentì entonces palabras ajenas como
propias. Vì aquella del papagayo en el canto;
la que debì recoger por pedazos. La existencia
la llamo sonido.
Una cosa con el craneo; no dejaba de ser craneo
a pesar del àrbol y sus ramas no dejaban de serlo
a pesar de la intuiciòn y todo lo que percibìa.
Pero en un lugar se hallaba el craneo; estaba
abierto y mostraba un àrbol -sin embargo- que
podìa ser un cipres, de ser asi la copa que lo
coronaba no tendrìa la forma del circulo.
Y yo tenìa que empezar a escribir este poema
desde la forma del triàngulo.
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