sábado, 20 de septiembre de 2014

El Nombre del Maleficio






Hoy olvidaré las cosas. Para ello tendré un espíritu
de agua donde ningun tornasol pueda verse. En la memoria 
habrán dormido cosas paganas y sentencias transformadas por
una pergola junto al albatros muerto en el agua.

La sal desenterrará las figuras proporcionales al estuario.
Identificarémos el sauce en los cabellos. Lo llamarémos equipaje.
Tomarémos de él aquello ignoto y marino con fondos de inteligencia
o mica despertando en bosques amarillos, ahogandose en los prados
y bosques donde las frecuencias descifran igual que los oraculos
significados de antiguos diluvios, epigramas donde
predicados al buscar alevínes reinaran
entre solsticios nocturnos, donde lo absoluto derrama una pira.

Intentaré llamar a ningún vuelo, absoluto.
Pensaré en el ave de la existencia como un punto diferente
segandose en el interior de la estetica. Intentaré
-volveré a intentar- tocar el universo que
incrusta su corazón en el aire. Tomaré las versiones del atomo
disecandose entre los acidos. Ilustraré un poco de mí
sin necesidad de presentarme como objeto a las
aves.

Observaré una particula renaciendo entre garajes de hockey
Observaré uno de sus frutos avanzando por la noche de 
manera visual como el placton. Buscaré cadenas y juglares
de misteriosos estrabismos en ello. Tomaré plenilunios
enceguecidos por la epoca del astro que incendia
la miseria del olivo en un santuario 
donde aún corta la silueta, el sacramento del sueño
llamado visión.

Y su primer nombre al avanzar entre la realidad
llamado maleficio.







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