jueves, 11 de septiembre de 2014

El Aire Rojo





Es extraña mi burocracia.
La de escualo obviamente. Es misteriosa
la saliva en ella y las glandulas. La predestinaciòn
sin motivo y encadenada a un antilope o
la carta del màs lejano encaje. Y quizà
un yelmo, una visiòn acorazada
de silicio.

Es extraña con o sin adjetivos.
Con la radiactividad del sustantivo que pesca.
Esa radiaciòn con algunas consonantes somatizadas
por mi dìa de calor en un ritual o 
la espiga que abre el labio 
escondiendo en su
carne una
palabra.

Y sigue adquiriendo esa cualidad a pesar que
sus hechos intenten alejar las orillas
donde la adjetivaciòn contempla
con desprecio el fìn del
jardìn de mis espejismos.

Podrìa recorrer a lo religioso, pero lo religioso
es sòlo un sentido individual de la experiencia.
Y mi experiencia es un cartilago.

Yo conozco pocas grietas.

Es cierto que empezè a componer menguantes
pero ello fuè por otra razòn. Y en esta mañana es
inutil evocarlo. Sin embargo la reminiscencia...

Sin embargo las plaquetas donde
se forma el color rojo del aire me dicen que voy
por las escolleras con pocos escarlatas, 
muy pocos.

Es misterioso este papeleo en mis sienes.
Estos tramites de color amarillo cuando llega el otoño.
Esta cinta de rìo que vaga inteligente como
el sino detràs de un diseño o el 
servicio post-moderno del
gris, del sauce dotado
de blancos por una
alameda.

Es extraño fijar los colores entre mi burocracia.
Intentar que persiga a la conciencia
mientras llueve o la idea
vomita sobrenaturalmente el indicio con el
cual correrè hacia otro poema. Hacia otra desvanecencia
de lo inasible.

Casi, casi rectilineo.

Y desesperado.








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