viernes, 4 de julio de 2014
Vía Láctea de Polen
Es viernes de grandes paleontólogos.
De inmensos obelicos y nubes.
De fosiles astrónomos.
La osamenta elabora el destino del céfiro entre
cartilagos y miramientos hoy viernes. Los poemas que
llevamos en los sonidos son trabajados aún por las colinas
y los borceguies. Llamamos al contenido civil
personificado en una herradura
por la mántis, nos detenemos al final de la arquitectura donde
los hechos del alfabeto se convierten pacientemente en borrascas,
dócilmente en uvas.
Nos extasiamos. Tomamos un hueso del suelo
de un laberinto para saber si pertenecía
a nuestra sombra. Quemamos un hipopotamo
hasta dilatarlo de manera que quepa en una cuchara.
Caminamos con vortices al hipodromo
y los tenedores.
Erramos en los significados de la vida
pero no del poema y no es suficiente en las cartas
del druida que baja con sus sienes en los ojos. No es suficiente
en esa naturaleza del oido interpretando destellos o
truenos.
Vértigos de sol que aparecen y desaparecen
bólidos de sed por los cuales la desesperación designa
los colores del miedo junto
a esparcimientos violetas como el cromosoma o
la versatilidad de una apariencia
donde el musgo libera
la variedad de una
escama.
Junto a vía lacteas de polen.
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