viernes, 25 de julio de 2014
El Activista Archipielago
Era un libro.
Equivalente a lo arido.
Era un libro tan amado por las uñas y recogimientos.
Considerado hiperbolicamente por las agujas.
Lleno de espoletas. Creado por las nubes
y el trigo. Caminando al son de galgo o
el birreme. Profundamente elixir de
epopeya, casco marino del coral.
Acto de sol en el linchamiento
y el mensaje de un equinodermo. Rigor
de santos ocupandose del hemisferio.
Activistas de origen solitario en aquel libro
decían que todo es archipielago.
Que el fanzín del nilo termina en los contenedores
que aguardan el fín de las piramides.
Que la faena de una trompeta es ajena
como la religión de la carne en
el pecho.
Un libro.
Una vía lactea de pez.
Una orbita de volcanes optando por el mar.
La naturaleza de plastico viajando acompañada.
Celebrando el estampado del oxido al disecarse entre
los infinitos y aureos sufismos de una
corazonada.
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