jueves, 17 de julio de 2014

Las Luces de los Pianos






Un piano consagra sus luces hasta devolver
un espejismo.

Un piano espera en los manos aquella armonìa
que el destino guarda a los dedos.

Tiene voz y garganta; ruidos de arenas y pelo.

En su pecho hay una flor y està colgada del mar
igual que nuestros ojos.

No busca sorprender a nadie. Busca luces que 
la distancia para èl esconde.

Libera acusticas mareas, tensa evocaciones.

Està sentado a nuestra izquierda y no posee intenciòn
de juzgar vivos o muertos.

Sus teclas dicen todo lo que un hombre puede dar;
llevan ademàs contusiones.

Libre de pecado, pero pudoroso a la hora de su 
idolatrìa.

No deja de observar en sus luces las manchas
de un universo dormido.

Presenta fàbulas, derrama actos y espirales.

Un piano es teatro que se acerca con filigranas
a las sienes.

Mira siempre hacia abajo. Comparte el tiempo
con leñadores.

No deja de azotar a la espuma cuando se disuelve
en uno de sus ecos.

Està cerca de los ojos, pero sòlo cuando contempla
su deriva.

Oye en el instante aunque no tenga percepciòn de
los relojes.

Formula piedras.

Camina de noche en noche, sin saber porquè y sin
saber porquè es una garganta.

Una primavera...

Una serpentina donde es devoto.

Un piano es una brillo sin resplando ante una 
calavera.

Sòlo un intervalo.

Y màs allà la llama de una vela. 








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