lunes, 3 de marzo de 2014

Alegoría del Violín y el Piano







Con el último piano volvimos a la sombra.
Teníamos un martillo y un violín de tendencias como
lo sobrenatural ofreciendo un sonido
en las garrochas.

Teniamos una luz y una ceremonia de basalto

erizandose en la piel de una gallina.

Un sacrificio y ese origen creado por acupunturas
bajando del norte.

Con los pianos también hallamos las flautas,
los aulos y los emperdibles y nos dirigimos
a sembrar un pie: lo habíamos tomado
de un hombre que había sido mutilado.

De él nada sabíamos. Pero intuimos
que había vivido un poco más que
los nuestros, pues su carne estaba morada.

-eso no significa lo primero decididamente-

Luego contamos nuestras memorias.
Nuestras fuentes y olvidos, las bocas que 
aún podían dialogar, el secreto de lo obvio
y lo profundo. Lo último sella en 
su misterio siempre un
cometa.

Descendimos a las sombras con un piano
pero ello tampoco tenía significado.

Lo único que quedaba era contemplar 
los martillos.

Y esperar que el violeta que lograba ofrecer
un violín no termine allegado a 
los puentes.




Guillermo

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