martes, 11 de marzo de 2014

La Saeta en la Carta





Quisiera una carta.
Una que no lleve palabras.
Una que mi espìritu pueda
entender en su vacìo.
Vivir en ella.

Escribir a diario en sus hojas
pero recordando al llegar la noche
que debo borrar toda letra, que no 
debe quedar una sola. Que
incluso la evidencia de mi
vida es menester
que desparezca
en ella.

Llenarla de habitantes.
Cortejarla como a una bocina.
Quisiera una carta para saber en mi
experiencia con ella, què tanto aprendì
de las hogueras.

Si pude ser rumiante o no, como
un antepasado.

Una carta.

Ebria entre los himenes que se calcinaban.
En los partos del agua entre las feromonas.
Entre cicutas y leprosarios cuando
el silencio de la piedra enfrenta
a la mente con los alabastros.

Y los idolos a quienes ahogamos
en las manos, son pàjaros 
de legamos y cicutas
que rielan entre ejes y tribunales.

Una hoja.
Invencible como la victima.
Indòmita como el pasado que llega
-no necesariamente-
formando este presente.

Una silenciosa, transparente...

Una carta que pueda cerrar los ojos
con sus dedos.

Sin tener que reconocerme.




Guillermo paredes

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