martes, 25 de marzo de 2014
El Despertar Violeta
No hay vocaciòn por los tèmpanos.
Por la fiebre o la desvanecencia que irradia
la espuma.
Ni el territorio encarna la elegìa de un
sobretodo marino en los organismos boreales
donde una predicciòn
borra la nube de su encantamiento
al morir en el aire.
Voces de espinas son corrientes
que hoy maldicen todo espejo al mostrar
un acento, aquel que duerme
entre planes de iridio.
Con diversos segmentos de cruz, sal y
lagunas.
Y tuvo pasos de ubicuidad,
fornidos idilios dentro del romance,
el silencioso acto de la linfa bajo
una cantera semejante
al plexo del caballo.
Definiò lo inhospito; era el reflejo
de una soledad con ordenes
de jinetes sombreados por una caverna.
Soledades sin crepusculo
en la violacea caminata de un pez,
el juramento del lecho y el giro con ademan
de radical tornasol, dinàstico geranio
sin cielo, que escupes todavìa
cada noche.
Inutilmente.
Nunca despertamos los violetas.
Guillermo paredes
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