sábado, 6 de junio de 2015

Otoño de Leviatanes





La piedra era marròn.

Sobre una de sus cruces, la flor
habìa dejado un encefalograma amarillo.

Verdecìan los ficus en el ala
de una mandarina; ello semejaba
tambièn un veredicto.

Los vaticinios devoraban antilopes.

Los dìas dotaban el corazòn de flautas.
De otoños antiguos como leviatanes.
De pocas palabras; enteras como un 
sobreviviente de agujas en el verbo;
de alfileres que buscan su insomnio.

Dicen que el insomnio es una pared
de hierba.

Que empuja inflexiones en el punto
donde la linea se seca.

Yo me acercaba a los rascacielos de
una raìz, acariciando paramos.

Y vì que jamàs se secaban. 

-la tierra nunca deja de ser humeda e
sus movimientos-

-la tierra puede ser tan poderosa al
unir cofradìas-

Yo veìa en las dunas el trazado de ningùn
desierto.

Y la lechuza que juntaba los planetas
era lunar e iberoamericana.

Llevaba una extraña deficiòn de todos 
los paises. 

Otientaba el climax,
el exodo de una marisma junto a un
almirante.

No existìan barcos para entender su
existencia, sòlo era un almirante.

Donde una y otra vez las cupulas
se derramaban.









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