miércoles, 17 de junio de 2015

Aminoacidos




La capital pertenece a un mamífero.
Verticalmente la pulsación llega a la 
casa de una cigarra donde emergen los
pueblos y diametralmente somos el
opusculo que practica una relación 
con las cuerdas, con las sogas y los
bucales aparatos de las operas elficas
-a veces- mediterraneas. Extirpamos una orilla,
lo sé, comparamos escarabajos y entre
territorios de resina, llegamos al esmero
de un caracol mientras resuelve ecuaciones,
monotonías de anillos y diametralmente 
son domesticados los prados y en su yesca,
la fantasía del helio es un ventilador que
recogemos de una semilla, después de
caminar entre pequeñas inmensidades
geométricas. Pantanos de exodos, la grafica
llanura del sueño donde la línea es curva
entre introducciones de timpanos y catedrales
donde la materia vuelve con frecuencia
a un país, a un organo de teorías azules,
a una ciencia del astro en el verso. Y entonces
vemos en esa capital una vida social, economica,
neoliberal como todo acuario en un acento
caso luminoso que proviene de la historia.

De la historia, pero sobre todo de los
aminoacidos.









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