miércoles, 17 de junio de 2015
Las Mareas de la Tierra
Llevabas un retazo de agua
en la linfa que sostenìa el otoño
en superficies de polen.
Y los jardìnes de barro se dilataban
al sur de un sinoptico anden plateado,
donde un gurbiòn recogìa
celestes sintaxis.
Tenìas una seda colonial.
Una piràmide de aceite, escrita
desde intenciones cromàticas
y a la par de ello
el equilibrio de una astrologìa
al emparentar lìquenes y selvas,
gametos de antigua conmociòn
con el limbo y las siluetas
donde las lineas
formaban el agua de manera
quimica y dinastica.
Te orientaban los coloquios.
Una cabeza representando el oido.
Una luna cervical donde la divinidad
dejaba el ser amarillo del otoño,
el halo a veces enlazado al eden
el paraiso de un fruto mientras llega
al climax o la circunvalaciòn.
Tomabas un enjambre.
Una caratula de ambar.
Desconcertado por la piedra y las
capitales invadistes enciclopedias,
escamas y lapices de goma,
volumenes que alguna noche crearon
cuadros de jinetes, jefaturas
fantasticas.
Sobre la mesa dejaste la masa.
El tono aereo del torno.
El resultado de un planear debajo
de la tierra cuando el polvo resultaba elegido.
Y tù tenìas que formar mareas
con la tierra.
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