viernes, 26 de junio de 2015

El Arte de los Eslabones






Yo vivo en una bujía.

Luego desde ello puedo imaginar la hierba.
También el poema, logra ser mencionado en ese
momento navegando entre las dagas.

El mar a lo lejos, -antes de él- un astillero.

Antes -también- los puertos entonando 
baladas bilingues, mecanografiadas por un barco.

Fosiles de ardientes hombros constituyen el 
verano en las orillas; describir ese verano no es
profano. Es sólo una media, una encia, otra ciudad.

Profana también la convención de los versos.
Los mecanismos que cifran los pétalos y el atardecer
grisaceo y sucio de este otoño, en las enredaderas
de sus pájaros amarillos.

Girasoles de piedra son epistolares dianas.

La esquina mediterranea sale a una herida
que aún es nueva.

Tal herida es una esquina sin pavimentar,
un secretario tardío.

Una escritura de convenciones geométricas, 
ecuatoriales ampliadas por la brisa.

Nocturnas y tipicas en las plazas.

Están cubieras de extraños veranos; sobresale
una que muestra a todo ser autoctono 
cobrando impulso en el aprendizaje
del arte entre los eslabones.

Asi y no de otra forma es como llegan a la 
historia de todas las cadenas.






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