sábado, 21 de noviembre de 2015

Prodigiosamente Apodìctico





El mundo transcurre.
Hace no mucho tenìa una joroba en mis manos.
Una cronica de papel para todo aquello que
el universo aguarda. Un alfabeto de 
limòn.

Pero nosotros, nos juntabamos ante ese transcurrir
y dictabamos las cosas de manera diminuta; pequeña. Luego
ensartabamos un pedazo de hilo en una aguja y
haciendo preguntas al polvo, buscabamos los ojos de las
cenizas para que el hilo atravesara tales
ojos y formara sus nudos.

-en uno de ellos imaginabamos lo celeste-

La brisa nos decìa que pertenecìa a nuestras sienes.

El mundo transcurre.

Lo observamos y decimos que cada mañana seguimos
siendo profundamente un dromedario o una imagen
donde la identidad es un espejo.

Lo observamos y una forma de pertenecer a su equilibrio
es dejar de pensar en el mar como si siempre
tuviera un perihelio.

De buscar un santuario entre los crateres.

De tan solo ser un momento o un instante lleno
de piramides.

El mundo transcurre.

Es el elixir de un heteronimo. Es una estampida
de aguilas en el sur.

Y seguramente es todo lo que alcanzaremos a escribir
esta mañana. Tambièn escribirèmos del opalo
y del lenguaje.

De las luces que van a ser dialècticas.

Del jaguar en una selva con colinas doradas en sus
ojos.

Mitogràfico. Ebrìo de trenes.

Prodigiosamente apodictico.




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