domingo, 29 de noviembre de 2015
El Depilar de los Craneos
El pensamiento despertò en una palabra.
Sostuvo en ella aquello que se llamaba universo.
Lo vimos como en una secuencia de naipes.
Lo observamos entre simulacros de acordes.
Lo tocamos desde andanadas de vidrio.
Entre abedules.
Pensò en el origen de la lluvia y los enjambres.
Virò cuantas veces se puede en el interior de una
conciencia. Jadeò como lo hacen las brùjulas
en los valles de la humedad. Fue un dromedario.
El pensamiento fue un poema que razonò en los
conos de la hierba. Buscò ademas un preludio donde
el eco fuera un animal. Detuvo los pasos, los eventos
de una muralla tocada por la antorcha, deshizo las
cenizas de una fogata en el pecho cuando el otoño
llena de ozono las pertigas. Era el sol de una lampara
cuadrada en el oido o el sol de una mano encerrada
entre logisticas de magnesio. Era.
El pensamiento fue un poema que razonò. Que tenìa
memoria y rampeaba en cada horizonte como las
colinas alrededor de la lluvia. Depilaba los craneos.
Traìa notas de la humedad en relaciòn a las maquinas
y los overoles donde el solsticio llegaba demacrado
para compartir sus uvas con aquello que tiene el nombre
de nosotros.
El pensamiento creò. Inspirado por heraldos y sujetos
cayò a los solidos para vaciar de significado uno de sus
heteronimos colgado de la rama.
Una que dialoga entre proscenios y simios.
Y que por el dìa muerde completo las casas
y los huesos de los hombres.
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