lunes, 23 de noviembre de 2015

El Poema y la Palabra




El poema toca una palabra.
Lo hace de manera amarilla, doblàndola en 
uno de sus sentidos, intuyendola en uno de sus manantiales, 
donde la interpretaciòn la convierte en oleaje. 

-simultaneamente una imagen incursiona en la luna-

Por ello el poema se convierte en oceano.

Por ello caminamos hacia el mar con 
una hoja.

El poema transforma su silencio.

Lo nombra por la noche cuando suben las
algas hacia un ritmo que vira entre acuarios 
y veleros; cada uno extrañamente màs lejos.

Y nosotros -cada uno desde su propia llamarada-
pensamos en la obra absoluta del margen. Pensamos
en una introducciòn amarilla en la memoria.
En los parpados donde gira hacia la luz
un sacrificio.

Entonces rememoramos la entidad. El elemento 
invisible del tallo. En los umbrales donde creabanse
a si mismos los papiros, volvemos a reiterar
que la luz se humedece un atardecer en
que el lirismo llega de agujas
contenidas en un 
vagòn
de agua.

El poema toca tambièn un verbo.

Y la luz completa el brillo que el poema olvida en 
su camino por tal verbo en la arena; lugar donde tambièn
en formas amarillas habita el oceano.

Y luego la palabra.







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