viernes, 13 de noviembre de 2015

El Ambar del Monòlogo




Se trata del jardìn.

Del trote del puente. De la flor en
la amalgama. De las esferas en un porvenir
de lagartos.

Del sol en las piastras del devenir.

Del retrato del ambar ideado como un
juguete entre el monòlogo.

De la foca en la raìz cuadrada.

Y nuevamente el jardìn. El ala sudorosa
en el sueño. El frìo que tambièn es ardiente.

El origen que significa cartas de cansancio en una
eufonìa.

Se trata del hambre en los treboles barriendo cuidades de
trigo en las varandas.

Hablamos del orden celeste de lo riguroso donde
brota un escalofrìo.

De la oscuridad lentamente en una plazuela donde 
se vuelven a encontrar los àrboles. De una rafaga que
corta el movimiento del aire, convirtiendolo en brisa.

Se trata de un bosque que vuelve a ser bosque.

De una ceremonia en el lenguaje cuando se es
meridional.

De una mancha de sepia en los pulmones cuando
nos alimentanos una y otra vez de hielo.

De barcos que se agitan como manadas en 
la mecanografìa.

Es un jardìn porque se trata siempre
de un patio donde el follaje duerme entre 
pelicanos y semidioses.

Donde las palabras son brocales
propulsados por el idilio.












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