miércoles, 18 de noviembre de 2015
Canto
Al final està el mar. La ballesta
azul con una piedra. El camino insondable
con un reloj de anilina en la pared
de hierba, donde el trigo escribe o
crea neologismos.
Reflejos donde el espacio
hunde una hoja en el aire y en el mismo,
un lenguaje, penetrado por un atardecer en
su metamorfosis al crepùsculo, en sus
barcos dotados de fiebres como
de gaviotas.
Al final, donde los brillos se encienden aùn màs
entre iridiscentes economìas de anclas.
En el instante en que un templo se descuelga
de los hombres hasta convertirse en
santuario. Mientras un meridiano
desprende una oraciòn en
el cuerpo
y es religioso ese cuerpo en una existencia
retirada hacia un estuario por el cristal
de un àrbol.
Sintesis de casas llevando novedades de aluminio
es el pecho. Sintesis en el rostro de las sienes
donde el parentesis con la piel
ofrece una armonìa hecha
de rigor y plastilina descansando entre los huesos.
Al final està el mar.
Basicamente emparentado a lo que sòlo podemos
conquistar por la noche.
Cuando igual que en la hierba logramos imaginarnos
como grillos.
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