jueves, 19 de noviembre de 2015
Poema
Existe una casa. Se halla junto al
solar que es verde y cuyo sentido es
comprendido si en la soledad de algun hombre
trazamos una peninsula. Un valle azul de
oidos. Un canto de azufre maravillosamente arqueado
entre lagunas de petroleo.
Una casa. Hemos vivido en una de sus
leguas como no pudo haberlo hecho un horizonte.
Hemos soñado el mar desde sus zocalos con una
estrella apagada en la boca. Elevamos los
juicios sellados en sus paredes con una
andanada de racimos que daban
origen a un evento.
Llegamos a la metamorfosis en ella
con un retazo de arena. Con escalas de
sobrecogimiento y vagones que escalaban
distancias de hierro coronamos el silencio que
brotaba de los iris de sus exorcismos. Desde
un tallo de plata en una de sus bovedas
entendimos nuevamente de la hoja
y la caida del aceite por la noche
de la luna.
Existe una casa. Llena de lunares y prolongaciones.
Estructurada por fosiles y anclas que hicieron
de lo posible un brocal. Un nombre secreto para aquello
que estaba destinado a escribir sobre las páginas
de la marea un solo trazo. Perpendicular y
amarillo como todo lo que en las ramas
suspende infinitamente este otoño.
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