martes, 24 de noviembre de 2015

Donde el Poema Empieza






La fiebre es amarilla. Lo es tambièn el color de un idioma
en el verano. El matiz de un alfabeto que asciende
hacia la espuma. El presagio que los vuelos
extienden cuando desde los parpados
giran hacia los arreboles.
Tambièn lo es una 
nave.

Sombras de jinetes entre los cavernas.
Brillos que calzan minaretes.
Historias febriles de casas y puentes que alleganse.
Verosimiles aposentos de hierba como los rituales
en una bolichera de bronce. Sobre ella
los pavimentos y tambièn el caudal
del evento con iniciaciones 
espirituales como la
tarde o la
abominaciòn de un juguete en un
celeste dialogo.

Estaciones de telas donde los telescopios
enredan entre la magia, arboles transparentes
como el idilio y voces de cera como el sueño.

Estaciones de telas como la lluvia en la
psicologìa de un megàfono, desatando arañas
entre los platanos de la tierra verde.

Primordiales estrellas de caracoles.
Brisas de madera en las uñas y hemisferios
rozando lo urbano de una colina. El cauce de una
rafaga que escribe marginal con pseudonimos
en los tatuajes del alba, llenos de girasoles
y algo como la dicha emparentada
a la noche
voceada por helechos.

Y por el llanto de un leopardo.

Donde el poema empieza.



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