martes, 10 de noviembre de 2015
Naturaleza
El pàjaro duerme en uno de sus ojos. Junto
a èl hay un altar de madera con bajorrelieves que
parecen himnos. Muy cerca una virgen y un angel
completando la fantasìa de esta escena.
La fantasìa en ello es su absoluto. La condiciòn
para su existencia.
Las columnas de una cupula ascienden como estalactitas
al sueño de este anochecer en el hemisferio.
Heliotropos como el azul de una cadena detienen los
eslabones de un patio, donde el sol disecò durante el dìa
un murcielago.
El gris planea como si fuera un asteroide. Planetas
de escarcha como las estelas del mar en la marea, forman
un ideario.
Luego un fruto, su despertar acompañado de un tallo.
-profundamente verde en el fondo de una hoja-
Lenguas espirituales nos llegan desde los brocales
donde la sombra envejece entre la luz. Resplandores de
un timpano que sueña entre tigres.
El pàjaro duerme en uno de sus ojos y una muchacha
regresan a la cupula con una oraciòn en el pelo.
Los relojes vuelven a devorar un dìa donde toda silueta
era el sacrificio estival de una ràfaga.
Reconocemos el esplendor.
La saeta en el puente.
La cigarra en el humo.
Y silenciosos como - tal vez - un navìo transparente
volvemos a la muselina.
No sin antes haber dado parte a la naturaleza de ello.
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