sábado, 21 de noviembre de 2015

Algo Como la Noche







Era algo como la noche.
Un oceano -quizá- dentro del pétalo.
Un interior de alfileres en el destello 
del baul.

Una cresta. Una orilla de nieve.
Un relámpago en la cabeza de una iguana.
Un tallo con grietas marrones como las 
que eternamente desconocemos.

Era el momento en que el relampago es
golpeado por el buho y ello es cantado por
la tierra.

Era el soplo de las cenizas entre casas de 
eter, donde aguardamos molinos de azufre
llenos de semidioses.

Era el espolón.
El pulso gris de una campana.
La historia del reloj junto a un candelabro
en una noche de gorjeos y linternas.

Era algo como la noche pero no exactamente 
la noche. Tenía visceras y relojes. Reyes y sortijas.
Particulas sobrenaturales de brisa y un espejo
quiromantico para poder leer en los reflejos.

Era un reflejo colgado del minuto.
Un tiempo de alquimias al borde del ocaso donde
brotan las manadas y erigense los templos.
Los ruidos. Los guijarros que componen
un amanecer dedicado a la lluvia
y los helechos.

Era un evento de calefacción y mástil.
Un compas junto a la boina donde el color
se compone de cristales como en
una reliquia y asistimos a ello como si
observáramos desde un botón que existe
y pregunta en las fabricas de la tierra
por una casaca, por una camisa,
por una fiebre si tuviera piel,
por una lampara si en esa noche infinita
pudiera ser algo.

Y ese algo estuviera hecho de carne.









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