miércoles, 18 de noviembre de 2015
Las Helices de las Palabras
Es extraño el jardìn. Lleva una piedra de
agua en alguna de sus sienes. Ha dormido igual
que el otoño en las ramas. Ha sido sacudido en ellas.
Convulsionò en un hominido.
Despuès, se encuentra una flor incrustada sobre una espina
en la rosa. Ello deberìa ser una alegorìa. La imagen
de una ley en su interior profundamente estètica. Ello deberìa ser
una estrella metafìsica, diminuta y blanca como
los papiros que la brisa dobla en las constelaciones del
alba, pero no. Tal flor incrustada en la espina de una rosa no lo es.
Ella es todo lo que dejamos de decir hasta que encontramos
un silencio.
Es extraño el jardìn. Yo pienso en el misterio de las cosas
que llegaràn a la realidad y en aquel que rozarà lo
probable. Yo pienso en las arañas que envejecen en alguna
puerta del corazòn donde la nieve es igual a un pañuelo.
Extraño. Ajeno. Posee casas e incursiones.
Valles como una luna heteronima o una carne reciproca.
Silencioso igual a la melena de una ballena que trepa
por las casas, errante en sus propias esferas. En
sus propios sacrificios. No sè, si en los enigmas
de su procolabismo.
Es extraño. Los buques transcurren por su follaje
con un molino en cada eje. Las fragatas relativizan
todo enunciado que es boreal como la astronomìa y el
peso de la tierra en las manos busca el oxigeno
en cada celula de su poesìa.
En cada polen.
En toda respiraciòn.
Es extraño el jardìn.
Màs no lo es por esta ni por otra caminata.
Ni por los helices de las palabras que durante siglos
hemos avistado sobre ellas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario